domingo, 9 de junio de 2013

Kirby y la hojalata

Esto es que mi padre, como no podía ser de otra manera, me ha colocado el libro King Kirby, Jack Kirby y el mundo del cómic de Dolmen Editorial delante de mis narices y uno, o sea yo, ávido de lectura, se ha abalanzado sobre él para darse de bruces contra la tercermundista realidad. Mi padre es muy dado a regalar libros, gracias a Dios. Encima, se da la casualidad de que al tiempo esté yo releyendo el estupendo Kirby el Rey de los cómics editado en el 2009 por Rossell. Ya sólo me falta que se me aparezca el dibujante en sueños para que la reseña me salga más incómoda de lo que ya es.

Porque, estimados lectores, en lo tocante a sentirse cómodo el libro de Dolmen tiene poco que ofrecer. No es ya que la reproducción de material gráfico en puro blanco y negro (el de Rossell alternaba b/n y color, amén de un tamaño mayor de página) haga monótona la lectura de sus 256 páginas, que el prólogo de Manuel Barrero (el de la edición rosselliana era de Neil Gaiman) resulte más innecesario que una quinta rueda de repuesto, o que el texto de José Joaquin Rodríguez (el autor original del Rey de los Cómics era Mark Evanier) sea manido, superfluo y con tufo a refrito que tira de espaldas... no.

Es que el libro en cuestión es un pescozón a las cosas bien hechas. O al menos, hechas con profesionalidad. Lo he leído de cabo a rabo para poder escribir sin acritud y, desde luego, sin maldad. El libro contiene fallos de maquetación, latinajos que implican descuido, duplicación de imágenes y otras negligencias que lo elevan a la categoría de pura hojalata. Y eso, insisto, sin mala leche.

Intuyo que la presente crítica, sobre todo en los apestosos tiempos que corren, será benéfica. Tanto para editores, autores y lectores. Porque todos -hasta donde yo entiendo-, aspiramos a limpiar, fijar y dar esplendor.

Jack Kirby y el mundo del cómic está bien para un fanzine o para un apresurado trabajo fin de curso, no para hacerse un hueco en las estanterías de una biblioteca especializada en tebeos.

Así las cosas sólo me queda decir: Padre, ¿por qué me lo has regalado?

Yo bien me entiendo.

jueves, 23 de mayo de 2013

La persistencia del Genio (celulosa blanda)


Señoras y señores diputados, gentuza de la oposición, sinvergüenzas todos: ¡Les pido que den la bienvenida,  please welcome, al exuberante, controvertido y siempre genial Salvador Dalí!

 El lector, como es tan suyo, en seguida preguntará: «Vamos por partes, ¿Salvador quién?». Y lo hará como dando a entender que Dalí poco tiene que ver con este blog y sus seguidores, si es que los hubiere. Y tampoco es eso, que últimamente estamos de un culto que tiramos de espaldas. Ciertamente, Salvador Dalí no es otra cosa que el pintor más universal (después de Velázquez, of course) que ha dado este país nuestro. Sin embargo -y he aquí la madre del cordero- también es un escritor excepcional al que redescubrir y como siempre, reivindicar. No digo que sea un Cela o un Baroja. Antes bien se acerca en la comparación a un Sánchez Dragó en lo barroco y a alguien como Juan de Mena en lo lírico. Y siempre, siempre, siempre a Dalí en lo megalomaníaco. Vale.

Esto es España, donde no es fácil ser aceptado por el común. Tener la consideración del respetable es algo grande. Y, por eso mismo, rara avis in terra, que dicen los cursis. Dalí pintor y personaje estrambótico ha gozado (y goza aún en el recuerdo) del favor del pueblo. Sólo hay que asomarse a la exposición vigente del Reina Sofía. No ha sido preciso que la propaganda exhaustiva y manipuladora incitase al reconocimiento incluso afectivo de este personaje. Antes bien, la adhesión vino rodada, espontánea, inevitable. Con simpatía, como si dijésemos.

Y para todos éstos, y también para los de más allá, hay que revelar al Dalí literato: culto, obsesivo, místico, físico y carnal, al que se le entiende todo. Tal es la gran virtud que los que juntamos palabras por divertimento valoramos tanto.
Si lo más profundo que han leído últimamente son los mensajes del whatsapp, les propongo la lectura de La vida secreta de Salvador Dalí (a ser posible que no sea de Dasa Edicions, por cutre y tercermundista) para alcanzar a conocer al genio total. Al obsesionado con la perfección arrebatadora del arte, al atribulado adolescente asexuado, al ególatra que se barniza el cabello, al treintañero largo que se sabe tocado por la chispa de la genialidad y alardea de ello porque tiene derecho a ser oído y quiere ser oído.

Disfrutarán con el libro. Se lo aseguro. Descubrirán facetas y detalles de alto valor literario que les sorprenderán. Y llegarán a la conclusión de que no hay nada mejor que ser uno mismo. Dalí, mal que le pese a alguno, siempre fue él mismo y todas sus circunstancias. Algo tan tonto como ser irrepetible.