Cuando se compara a Will Eisner con Calpurnio, la cosa se hace odiosa. Porque no se puede comparar la virtuosidad y el magisterio con el puro artificio y la cochambre. Es decir, atendiendo a cuestiones meramente objetivas y dejando aparte fanatismos que sólo enriquecen la nada más absoluta. Así pasa en todos los campos del arte, que detesta la mediocridad con el tema de las semejanzas. Ejemplo: Peter Gabriel frente a Lluís Llach. Lawrence Olivier ante Fernando Tejero. Velázquez vs. Tàpies. Y así. No hay por dónde coger la similitud.
El campo de la literatura no es ajeno a esta realidad. Y el de la literatura de divulgación, menos aún.
Algunos recordarán un libro aparecido allá por el 2006, La física de los superhéroes, de James Kakalios, editado por Ma Non Troppo (sello de Robin Book dedicado a la divulgación científica). Sin ser nada del otro mundo, cumplía decentemente (o debería decir docentemente) su función. Acercar con un lenguaje asequible al público más general -bien que relacionado con los comics- conceptos y leyes básicas de la física basándose en gestas y/o poderes de los superhéroes más conocidos.
Pues en el 2011 llegó Sergio L. Palacios, profesor de física de la Universidad de Oviedo y émulo fallido de Kakalios, para perpetrar Einstein Vs. Predator, en la misma editorial. Lo que viene a ser booksploitation. Yo tuve la desgracia de comprarlo ayer. Hacía tiempo que no abandonaba tan rápidamente un libro. Llegué, venciendo al sueño y al buen gusto, hasta la página 36. Pero uno, que ya no está para remates, se aburre de leer en tan poca hoja sandeces como “cuesco”, “ojete”, “orificio anal”, “volar raudo y veloz cual felino intrépido”, “culito-mundo”, “cómorrrr”, “la tía es más fea que pegarle a un padre con una vara de avellano mientras duerme la siesta en el sofá de casa”, “ojete” (dos veces más... Freud, tienes un caso aquí), amén de una prosa farragosa que vale menos que un pagaré a nivel literario, y absolutamente nada al divulgativo. En serio. Es una cosa pesada y sin fuste que, caso de ser leída en público, provocaría el vuelo de tomates. La divulgación científica está para ensanchar el conocimiento, para enriquecer el saber, para animar la inteligencia. Mucho ojete, cuesco, culo, teta, caca y pis es, básicamente, una inutilidad.
De cualquier atolondrado no espero más que tonterías. Paridas, ya sean de mucho reírse o nada, como es el caso. De un profesor universitario, espero algo más que aburrimiento y chabacanería. De una editorial seria, espero algo de rigor (científico o literario, si no pueden ir ambos de la mano). Y de ustedes... espero que lo pasen bien y tengan buen día.