Cuenta la leyenda que antes de que la informática monopolizase la imaginación, existió el noble arte de los efectos especiales. Y que uno de sus mayores artesanos fue Ray Harryhausen. Aún hoy, con el hartazgo de dinosaurios, superhéroes y naves especiales hiperrealistas que sufrimos, sus minuciosos, ingeniosos y mágicos trabajos levantan admiración entre los espectadores. El que suscribe, que no es nadie, tiene a Jasón y los Argonautas entre sus películas de culto.
La animación dimensional del Dynarama dio vida a personajes fantásticos, batallas míticas y toda clase de ingenios fotograma a fotograma. El productor Charles Schneer decidió asegurar las manos de Harryhausen en el rodaje de Simbad y la princesa por un millón de dólares: su prestigio era tan valioso como su talento. George Lucas, Steven Spielberg, Tim Burton o Peter Jackson han reconocido su admiración por este pionero de la ilusión en celuloide. Su huella es enorme, tirando a infinita.
Toda su carrera -incluyendo proyectos no realizados-, con profusión de material gráfico (pósters, fotografías, bocetos, fotogramas, viñetas), se encuentra condensada en las 286 páginas del libro Ray Harruhausen, el Mago del Stop-Motion, escrito con la precisión de un relojero suizo por Carlos Díaz Maroto y editado magnífica, primorosamente, por Calamar Ediciones. Vida y -sobre todo- milagros de un genio que dio vida a leyendas mientras convertía su trabajo en algo legendario.